Pasiones rondan por mi cabeza, pasiones, fantasías, atracción, sexo incalculable, llamas de fuego y amor. Sensaciones inexplicables siento cuando tu mirada se posa en mi cuerpo.
Esa mirada fija, incontrolable, inexplicable. Quisiera saber qué piensas en esos momentos, dime el significado de esa pasión que te delata y que ensombreces con esa emoción o emoción inexpresiva que muestra tu cara. Es el juego de una reacción voluntaria, el intento de esconder lo que realmente sientes, o tal vez una reacción involuntaria que muestras físicamente. Cuéntame amada mía que es lo que realmente sientes.
Esos ojos grises que no puedo quitar de mi mente recorriendo mi cuerpo paso a paso cuando crees que no te miro cuando crees que no te observo. Tus ojos incomparables fruto de la selección genética de la naturaleza queman como el fuego al igual que una llama ardiente acercándose a mi cuerpo, de la que puedo notar su calor cada vez mas cerca, aguantar esa sensación cada vez mas intensa hasta que llega un momento que esa llama tan ardiente puede rozar mi piel y sin querer fruto de nuestras reacciones mas primitivas que aseguran nuestra supervivencia, me hace sobresaltar por la presencia de ese calor que me advierte de que me puedo quemar, e inconscientemente y en ocasiones contra mi voluntad, me alejo rápidamente de ella asegurando una cierta distancia.
De esa misma manera se cuando tus ojos grises empiezan a mirarme de esa forma tan peculiar y distinta de las veces que me miras tan solo para hablar.
Extrañas sensaciones, extraños pensamientos rondan por mi mente, demasiada atracción sexual, sueños húmedos de media noche que me hacen sentirte tan cerca aun sabiendo que estas lejos. Sin poder sacar de mi cabeza algunos hechos concretos:
Encontrándome yo sentada en una mesa, esperando un café para merendar, vi a lo lejos tu silueta con esos finos movimientos y ese encanto que tienes al andar, acercándote lentamente sin detenerte un instante para mirar alrededor a toda aquella gente. Tu encantadora belleza detuvo mi pensamiento, impidiéndome la concentración de la situación ni de lo que estaba sucediendo. Tus curvas se desplazaban al son de tus movimientos y esa fina chaqueta roja de primavera que tan bien te sienta, daba la sensación de que se iba a resbalar por tu cuerpo. Subí un poco mas la vista, y me encuentre con tu preciosa mirada. No puede esconder la sonrisa que escapo de mi boca, al reconocer esa dulce carita de ángel que tienes cuando en algo estas concentrada. Seguías andando hacia mi lentamente con la sensación de tener las cosas claras, me mirabas fijamente, tu mirada no se apartaba de lo que posiblemente en esos momentos era tu objetivo invisible para mi lógica, inexplicable para mi entendimiento. Tu carita mantenía la boca entreabierta, y tu suave pelo se movía despacio, ese pelo tan oscuro que hace resaltar aun más el color gris de tus ojos. Te posaste ante mí con la boquita entreabierta sin devolverme esa sonrisa que tanto eché de menos en esos momentos. Y con la excusa de devolverme un viejo libro prestado, apartaste la mirada de mis ojos disimulando buscar unos papeles. Durante unos segundos deje de mirarte intentando entender esa reacción tuya tan extraña y cuando volví a fijar la vista en ti, allí estabas, mirándome fijamente con esa mirada felina, innata, ardiente, indefinida, inexplicable, incomprensible, mientras intentabas disimular moviendo la mano en busca de unos papeles que ni siquiera estabas mirando. No pude apartar mi mirada de tus ojos. Esa mirada tuya tan suave agradable y bonita, pero tan exigente sin querer serlo, y tan peligrosa al mismo tiempo.
Daba la sensación de que ni siquiera te habías dado cuenta de que yo te estaba mirando. Pues tu cara y tus ojos parecían mirar mi cara por la peculiar postura, pero entendí rápidamente que no mirabas mi rostro en ese momento.
Tu mirada estaba fija en otra lugar de mi cuerpo, tus ojos no se movían ni se distraían de aquello que estabas viendo, tu boca entreabierta había escogido una postura mas rígida, mostrando la sensación de concentración absoluta. Me quede paralizada ante aquella escena, mi mente se esforzaba por buscar una explicación lógica y una rápida solución. Pero lo único lógico que pude hallar y que me dejo atónita sin respiración ni movimientos, fue la sensación que tal vez las dos estábamos viviendo en esos instantes.
Pues ante los ojos de la gente yo llevaba una fina camisa de color carmín con un pequeño escote ajustado, producto de la moda de entonces. Esa fina camisa color carmín que todo el mundo veía y que para las dos había desaparecido. Pues lo que yo sentí es que tus ojos desnudaban poco a poco mis pequeños senos, dejando esa parte de mi cuerpo completamente desnuda ante ti. Y solo ante ti quedaba al descubierto, provocando en mi una gran sensación de incomodidad, indefensión e intimidación. Mas me hubiera gustado a mi en verdad saber lo que estarías pensando.
Por suerte, esa situación no se alargo por mucho tiempo, pues tu propio reflejo aparto la mirada sin necesidad de mover la postura de tu cabeza hacia mi cara y durante un segundo te quedaste mirándome a los ojos, tal vez pensando que cuanto tiempo llevaría yo observándote.
Vi en tu rostro la sensación de vergüenza, pues enseguida agachaste la mirada y apartaste la cara hacia esos papeles que decías estar buscando. Tal vez porque posiblemente supiste que yo me había dado cuenta aunque esa situación solo había durado unos minutos.
Un poco nerviosa e intentando controlarte, encontraste esos papeles que me entregaste junto con el libro, y tan solo unas palabras de tu boca - que vaya todo bien - dándote la vuelta rápidamente dispuesta a marcharte casi corriendo. No pude reaccionar ante aquella situación ni siquiera para darte las gracias por la devolución del libro ni por tus últimas palabras.
En otra ocasion...